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Francisco Ortiz Cano

Eclipse 22 de julio 2009 en China


Después del largo viaje Madrid – Shanghai y de visitar Shanghai y sus alrededores durante los días previos al eclipse, nos desplazamos en bus desde Hangzhou hasta el pequeño pueblo de Angi, un lugar extraordinario, rodeado de bosques de bambú. En este lugar estabamos grupos de varias nacionalidades. Al grupo de españoles nos ubicaron en un buen lugar, en lo alto de una colina con buen horizonte. A los que visitaron el lugar la tarde del 21 les pareció un buen sitio.

La noche del 21 al 22, todo estaba preparado. Hicimos recuento de nuestras expectativas (para muchos era nuestra primera vez). Los veteranos nos contaron como habían vivido ellos sus anteriores experiencias. Incluso, las previsiones del tiempo parecía que milagrosamente habían mejorado. Así que ya solo faltaba esperar unas horas y, ahí tendríamos, ante nuestros ojos, el mayor espectáculo del mundo: ¡“La noche al medio día”!

Para mí, y supongo que para todos los que era la primer vez que veríamos un eclipse total de sol, la espera se hizo larga. Me costó conciliar el sueño y el despertador sonó solo un instante después de dormirme. Nos levantamos a las 5,30 para desayunar y desplazarnos con los equipos al lugar indicado. Pero la meteorología no había cambiado tanto como esperábamos. Seguía habiendo nubes densas, incluso amenazantes. De hec

ho, cayeron algunas gotas de lluvia mientras montábamos el pequeño equipo de fotografía con el que cargamos tantos kilómetros. La cosa pintaba muy mal, de lo peor.

Pero como dice el dicho, “la esperanza es lo último que se pierde”, también fue así en este caso. Las más de dos horas de espera se pasaron muy rápidamente mientras tratábamos de averiguar donde se escondía el Sol para apuntar nuestro cacharros. Tuvimos grandes dificultades para conseguir apuntar al lugar preciso. Íbamos equipados con filtros solares, pero la verdad es que fue como si pusiéramos un filtro delante de otro filtro (el de las nubes), el cual además variaba constantemente su densidad. No se veía nada. Fue bastante desesperante, hasta que descubrimos que se podía quitar el filtro óptico, sin peligro para el equipo ni para el ojo.

Fue pasando el tiempo, hasta que alguien dijo: “faltan dos minutos para el primer contacto”. Hubo un silencio y, personalmente, en este momento, di por perdido todo, porque el sol estaba completamente oculto detrás de las nubes y el cielo completamente cerrado. Así no habría forma de ver nada. Pasó el primer contacto y alrededor de media hora más, cuando alguien dijo: “¡mirad! ya se ve bastante mordido”. Yo quise hacer alguna foto del momento, pero resultó imposible porque el sol aparecía y desaparecía en segundos y siempre con nubes delante. Después conseguiría estas otras:

A partir de estos momentos pasó de todo. Hubo momentos en que la densidad de las nubes requería el uso de filtro y otras en las que era imposible fotografiar con él. Total, que las pruebas que hicimos antes de partir sirvieron de poco, solo para familiarizarnos con los aparatos nuevos. Por lo demás, cada cual improvisó como pudo y digamos que forzando tiempos de exposición, quitando y poniendo el filtro según nos parecía, y gracias al largo tiempo de totalidad que tuvimos (casi 6 minutos), se pudieron hacer algunas tomas que, después de todo, estéticamente no quedan mal. Aquí dejo algunas:

Después de la totalidad, las nubes se fueron haciendo cada vez más densas y opacas. De hecho, abandonamos el lugar antes de que se produjera el contacto final.

Como a eso de las 12 de la mañana, mientras tomábamos el almuerzo en el hotel, veíamos a través de los cristales cómo diluviaba.

En ese momento comprendimos que, después de todo, la meteorología no se portó del todo mal ¡Pudo haber sido peor!.

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